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Nos espabilábamos por generación espontánea, sin explicaciones, a golpe de experiencias furtivas y curiosidad insatisfecha.

Los rombos en los programas de televisión, que aparecían en la esquina superior derecha de la pantalla, separaban lo lícito de lo ilícito, aquello que podía verse y lo que se debía ocultar. El temor, la culpa, el pecado, asediaban sin tregua y se metían por cada rendija de nuestras vidas y conciencias para, una vez dentro, ejercer tal peso sobre nosotros que apenas nos dejaban crecer.

Durante el verano las horas se detenían y en la mañana temprano, antes que el sol trazara una perpendicular y borrara nuestra sombra, salíamos a la calle con una cuchara para hacer un hoyo en la tierra ayudándonos con las manos y así poder jugar, porque aquel era un tiempo de canicas, cuando la calle era la habitación más grande de la casa.

Luego llegó el asfalto y aquellas bolitas de cristal fueron a parar a una bolsa en un rincón del armario.

Para entonces, nuestra mirada ya no era la misma.

Alberto Arija
"Tiempo de Canicas"

LECTURA LITERARIA

a cargo del autor

duración: 45 minutos (aprox.)

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